ÉTICA MÁGICA
El ilusionismo, el arte de crear imposibles fascinantes, ha sido una disciplina milenaria y sabido es que sus métodos han sido resguardados por los practicantes de esta forma de expresión. A lo largo del texto intentaré exponer por qué revelar los secretos de los taumaturgos es éticamente incorrecto, sin embargo, bajo ciertos parámetros se puede realizar.
Por un lado, la regla de oro del ilusionismo nos dice: ‘NO REVELES JAMÁS LOS SECRETOS AL PÚBLICO PROFANO’. Como consecuencia, una segunda regla nace de aquí y es interpretar juegos que se tengan en dominio, ya que fallar puede llevar a la revelación de alguna estrategia. Sin tomar cuenta que, en ciertas circunstancias como magia surrealista o jazz magia el fallo no existe como tal, estas son las reglas básicas de la magia y cualquiera que no las respete no debería llamarse mago. Creo que con esta instrucción no se quiere decir que la magia no se deba difundir, práctica que se hace desde que se publicaron los primeros libros de magia, aproximadamente unos 500 años atrás, sino que, si se quiere que este arte perdure y se mantenga en el tiempo, debe ser enseñado, pero de una manera respetuosa y ética…que se enseñe, no que se revele. De buena manera hace un año la carrera de ilusionismo se ofrece en una universidad, el Real Centro Universitario María Cristina de San Lorenzo de El Escorial, España.
Por otro lado, existen los que por beneficio puramente económico, que no espiritual o social, revelan ilusiones, por ejemplo, Val Valentino, personaje conocido por televisar una serie de programas que develan ilusiones en su mayoría de los intérpretes famosos, por no llamarlos competencia. Sin respetar la autoría de otros exponentes explica de manera burda, banal, superflua y burlona cómo estos actos funcionan, es decir, al explicar no se deja conscientes a los televidentes de informar y demostrar el ingenio subyacente de cada creación; estos es, explicar su historia, quién creó el efecto, de qué idea viene, si hay más versiones y todas las sutilezas escénicas, psicológicas o interpretativas que abarca un acto de magia. En consecuencia, solo logran desilusionar a los espectadores. De hecho, esto no hace más que dejar en claro que el argumento: “explicar secretos abiertamente hará que los magos sean más creativos”, no lo cumple ni él.
Adicionalmente, y tomando en cuenta solo a los magos, la mala práctica de revelar secretos ha sido usada como ‘estrategia’ de mercadeo para sacar a los ilusionistas del campo laboral, por supuesto no siempre con buenos resultados. Según Harlan Tarbell (2009) some magicians have furnished such articles enabling them to get publicity by exposing the other fellow’s tricks—not their own. If someone exposed his tricks, loud would have been his complaint. But the other fellow’s tricks are claimed to be just a little unimportant wrinkles of no special magic value (p.17)[1]. A mi parecer este actuar es increíblemente deshonesto por dos razones, la primera es que nadie tiene derecho a violar la propiedad de otro, sin importar si el efecto o acto tenga derechos de autor; la segunda, y no menos relevante, es que se podría quitar el trabajo a otros con esto, pero con el tiempo tal sujeto solo conseguirá ser despreciado por el pequeño círculo que conforma a los ilusionistas. Creo que a nadie le gusta vivir en un mal clima laboral. Evidentemente esta teoría de que hay que luchar contra la competencia es inmensamente anticuada y fuera de contexto.
Puesto que he dicho que bajo ciertas circunstancias el ilusionismo se puede explicar, ahora me gustaría dejar claramente en exposición cuáles son estas. En primer lugar, el enfoque científico que tiene la magia es maravilloso y bajo este concepto siento que la magia revelada no pierde su valor. No se puede ignorar que como seres racionales que somos, saber qué funciones neuronales o que engaños perceptivos entran en juego en nuestro cerebro cuando presenciamos un misterio lo hace todavía más bello, sin embargo, hay que ser cauteloso con ciertas ilusiones cuyo éxito depende mayoritariamente de su secreto y, por lo tanto, no deben ser explicadas. Un ejemplo sería el programa televisivo Juegos mentales, que es emitido por NatGeo, en el que Apollo Robbins, prestidigitador estadounidense, aparece a veces explicando y a veces realizando juegos de magia de forma didáctica y enseñando cuáles son los procesos mentales involucrados en cada ilusión. En segundo lugar, sería la revelación con fines humanitarios y solidarios como Magia X Una Sonrisa, grupo de varieté de Santiago que recorre hospitales entregando y enseñando magia a enfermos, de este modo, se logra subir su autoestima, entre otros beneficios.
Para finalizar, existe una delgada línea para transgredir las normas éticas en cuanto a la revelación de efectos de magia, por lo tanto, si se quiere realizar, hay que meditar arduamente cuáles son y serán nuestras acciones como magos. Esto es, pensar en nuestros compañeros, ilusiones, y por supuesto, en el público. El amor y el respeto siempre han sido las máximas y aquí deben estar presentes a la hora de realizar e informar acerca del ilusionismo. En síntesis, todo queda reducido al propósito de nuestra revelación, para que sea ética o no.
[1] Nota de traducción: Algunos magos han suministrado tales artículos, para así darse la oportunidad de obtener publicidad al exponer los efectos de otros colegas—no los suyos. Si alguien expusiera sus efectos, ruidosa habría sido su queja. Mientras se afirma que los efectos de sus compañeros son “meramente unas basuras poco importantes sin ningún valor especial mágico”.